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Celebrities a Cara Lavada: ¿Moda o Reivindicación?

Lo que empezó con la queja de algunas actrices contra el uso excesivo del photoshop por parte de la publicidad y de ciertas revistas – que las convierten en seres totalmente irreales; sin arrugas, de pieles sin mácula y formas perfectas- parece que ahora se ha convertido en una tendencia a seguir.

Hoy, toda celebrity que se precie -ya sea modelo, actriz o cantante- tiene que aparecer en algún momento en los medios no sólo sin una pizca de retoque; sino también, como en una especie de más arriesgado todavía, sin una gota de maquillaje.

Es la manera en la que las famosas se suben al carro de la tan aplaudida moda de la mujer real. ¿Pero qué pasa con las que no deseen exponerse así ante medio mundo? ¿No son entonces mujeres reales que ríen, lloran y tienen días malos y días buenos; como tú y como yo?

Es más, ¿hasta qué punto es real algo que se ha convertido en una moda? ¿Cuánto tiene de superficial y pasajero, de operación de marketing y de manipulación y cuánto de reivindicación real?

Monica Bellucci con la cara lavada

Leí que ante tal avalancha de Cara Lavadas, un fotógrafo internacional de moda -con montones de portadas y editoriales a sus espaldas- comentaba que tampoco era para tanto, ya que lo más importante en una foto es la iluminación; aunque la famosa en cuestión no lleve maquillaje ni sometan después su imagen a múltiples retoques, si la luz está bien dirigida y no le hace sombras, la magia de la perfección puede obrarse igualmente.

Lady Gaga con la cara lavada

Yo me considero una mujer real que vive en el mundo real; tengo mis luces y mis sombras –nunca mejor dicho-, lucho como puedo contra mis propios demonios, peleo cada día por ser serenamente feliz y tengo ojeras y alguna que otra chichita que ocultar.

Por supuesto que estoy en contra del abuso de los retoques fotográficos, tanto por razones éticas como estéticas: los resultados a veces rayan en lo absurdo y pueden llegar a ser contraproducentes. Pero también confieso encantada que me encanta maquillarme. Nunca salgo de casa sin iluminador, colorete y gloss. Si por mí fuera, nunca, nadie, me vería con la cara lavada. Y si me dan a elegir, prefiero salir maravillosa en una foto a salir con cara de cansada y marcando michelines.

Ojalá –y ahora voy a soñar despierta, como solemos hacer las mujeres reales- tuviese mi propio fotógrafo experto en iluminación para inmortalizar mis mejores momentos. Así, cuando llegase a los ochenta años, siempre podría mirar esas imágenes y decirme a mí misma: “¡Pero qué pedazo de mujer real eras!”  Incluso podría suceder que lo siguiera siendo a tan avanzada edad, porque al final, lo que nos hace sentirnos realmente bien con nosotros mismos, es la manera en que dirigimos nuestra vida y la coherencia en las decisiones que tomamos. Y si un poco de máscara de pestañas –que probablemente continuaré usando a los ochenta- nos ayuda a aguantarle mejor la mirada a la vida, pues bienvenida sea.

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